Cruzar
La bolsa empezó a ceder. Ya no las hacen como antes. El índice y anular se me enrojecen y los siento latir por la presión. Apuro el paso y llego a la esquina. El semáforo está en verde. Esta avenida de mierda, la concha de la lora ¡Para qué quiere tantas latas de atún!
Está a punto de cambiar a rojo, pero viene un 3CV
tomándose su tiempo. Lo calculo y no llego. No llego yo y no llega él. Se va a
mandar una cagada estoy seguro. Esa poronga se le va a quedar en el medio de la
avenida y lo voy a tener que esquivar de golpe con esta bolsa chota en la mano.
El viejo no parece hacerse ningún drama. Sigue como si nada el hijo de puta.
Sabe que no llega, pero sigue.
Héroe - Lipograma
Gerónimo escuchó el silencio. Fue consciente del momento. No se rindió como el resto. Tuvo el impulso justo, el orgullo que heredó de su viejo. No perdió el rumbo porque quiso volver, volver con Leonor, volver con fulbito los domingos, volver con noches de truco en lo de Lipo. Tiempo después me recordó que le dije, no podés, boludo, es un suicidio. Pero pudo. Tomó envión, corrió por el centro, y con todo el peso sobre el hombro lo derribó. Los leones de los esquineros con los ojos fijos en él ni se movieron. Respiró hondo, dudó, pero el esfuerzo fue suficiente, el muro titubeó por unos segundos y luego cedió. Todo cedió. Imposiblemente endeble. Fuimos libres. El zoológico de gente miró incrédulo —lo cuento poniendo el mismo gesto que entonces—, ningún sereno en todo el predio. Reímos de terror.
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