domingo, 16 de enero de 2022

Currículum

 

¡Atención

Señora Señore!

Vendo cuero joven

en buen estado nunca tasi. Multiuso

Levanta vigueta, bolsa e’cemento

Envuelve enhebra empana

Ensol enllueva. Aproveche

Hace pastón

obra en altura más alto

y más y submarino. Sirve

cocina, asiente. No deje pasar

No pide no ruega

no lucha. Sin afiliacione

Secundario

Incompleto. Con hambre

Muchambre. Propia Ajena

Estatal. No pregunta

no decide no molesta. Por lo mínimo

va’prueba Tre mese

sei mese diez año. Lo siglo

 La historia.

No espere más. Por favor.

miércoles, 24 de noviembre de 2021

TEN, música solidaria

 Veinte canciones en argentino

22/11/2021

Ph: @mati.cavallo_

 

Por Matías Bernabeu

Como el cartel descascarado de una botica sobre lo que ya es farmacia, queda la palabra en inglés. Hoy, por razones que desconozco y que considero más que pertinentes, se puso el foco en el lenguaje autóctono e incluso en romper las restricciones que impone el nombre: TEN.

Pido una cerveza tirada y la máquina se niega a operar como corresponde, se encapricha; la muchacha que la maneja reniega como con un caballo tozudo, detrás nuestro la previa ya alza las expectativas: el sol alquilado justo para el evento, impecable; la gente preparadísima de reposeras, heladeritas y snacks; los/as músicos/as con ansias, pero con el fresco de marea retirada: pasó el bullicio de los ensayos; el cambio de lugar a último momento; el abandono de algún participante; la ansiedad; la ansiedad; el agotamiento.

El Arrecifes Automóvil Club abrió su pecho para dejarnos entrar en el Circuito Costanero ante la imposibilidad de llevar a cabo el recital donde se había dispuesto originalmente, el Club Náutico. Predio austero, amplio y verde, nos regaló un Woodstock bien de acá. Las instalaciones se completaban con dos puestos para aprovisionarse de comida y bebida; el escenario reluciente —cortesía del Centro Vasco de Arrecifes—; los baños ahí, al alcance; la sonrisa en la puerta; nada más.

Siempre laten los ojitos de la crítica; yo los tengo al borde, al doblez de la vista ordinaria, agazapados para saltar al cuello de un momento a otro. La cerveza tibia estaba torciendo la balanza hacia un lado para nada objetivo.

En el pasado la premisa era juntar músicos para tocar diez temas clásicos en inglés, siempre en búsqueda de resaltar los talentos y el compromiso de los involucrados con las causas en las que fueron interviniendo: fondos para la Escuela 501, la Cooperadora del Hospital, el Taller Protegido.

Desde sus inicios el TEN intenta perpetrar un delito contra la incredulidad, contra esa bruma del «acá no se puede», misma bruma que tratamos de disipar todos los que nos metemos en este baile de las artes. Lo logra. El TEN, con sus altibajos y como si estuviera resurgiendo del descenso, viene una vez más a descubrir la figura detrás del tapiz. Si en inglés no lo entendiste, ahora te lo cantamos clarito en argentino —note que evado el «español», el «castellano»—: a la gilada ni cabida, acá hay música para rato. Y siempre porta el contrafilo, se recauda —las mil cuatrocientas personas que asistieron lo confirman— en beneficio, a favor, en solidaridad y apoyo, en esta oportunidad, de la LALCEC (Liga argentina de lucha contra el cáncer).

Con media pinta en la mano veo subir a los presentadores Mario Zaccaría y Chicho Cisneros, que marcaron otro hito curioso: el encuentro entre generaciones; mientras uno recordaba con nostalgia los clásicos de Charly García y León Gieco, el otro reflejaba su millennialidad en la preferencia de la versión de Ciro y los Persas sobre un tema de Los Piojos. Así también el cruce entre artistas: todas las edades convergieron en la fusiones más creativas a la hora del armado de las bandas, porque se convocaron más de cuarenta músicos/as —en su mayoría de Arrecifes— que se prestaron al ensamble para exaltar los veinte temas que integraron la lista: Persiana Americana; Luna de Miel en la mano, Demoliendo hoteles; Mil horas; No llores por mi Argentina; El fantasma de Canterville; Rezo por vos; Tirá para arriba; Tengo; Ana no duerme; Mi perro dinamita; Blues local; Pistolas; Rubia Tarada; Ciudad de pobres corazones; Mariposa Pontiac; Manuel Santillán, el león; A rodar la vida; Un trago para ver mejor; y como yapa y despedida: Puente.

Esta edición, después de las de 2007, 2012 y 2017, trajo la propuesta de los temas argentinos, que se volvieron un chorro de agua fría contra la calor. A un día después del festejo de la soberanía nacional y el mismo año de los 70 de Charly y Gieco no podía ser de otra manera. Este TEN necesitaba estar a la altura de las circunstancias y parece que su promotor, el también músico Gusti Harman, junto a sus colegas, tuvieron la epifanía. 

El alma del show y en las condiciones que ofrece vivir en una ciudad como la nuestra me recuerdan a los recitales de las bandas que fundaron nuestro rock, —pienso en los primeros BArock, por ejemplo—, donde habitaba ese espíritu de compartir, subirse, mezclarse.

El vaso lo seguí sosteniendo aún vacío. No fui a buscar otro porque tiraban más las ganas de escuchar cada canción mirando de frente, no con el cuello torcido desde la cola del stand.

En el campo, el público expresaba un agradecimiento fervoroso pero tímido, que fue en aumento y que explotó finalmente con Manuel Santillán, el león, de los Fabulosos Cadillacs, cuando la gente se puso a bailar a los saltos siguiendo el ritmo del reggae/ska; agradecimiento fundado también en la apuesta visual y gráfica (Nicasio Estudio) y sonora (Municipalidad de Arrecifes) que hizo la organización del evento.  

Los ojitos de la crítica se quedaron con sed. El espectáculo brilló, pero además interpeló al público, que se permitió corear, aplaudir y hasta gritar los clásicos sin vergüenza (en una ciudad donde nos conocemos todos).

El TEN música solidaria, trajo la gula. Ya no nos basta, ahora que nos volvimos a convencer vamos a querer cada vez más. Recitales, eventos, de esta magnitud reflejan el espíritu de una ciudad que crece, que empuja, y que necesita de esta calidad de artistas para resignificarse todo el tiempo.



GRILLA DE LOS MÚSICOS - Cortesía de Gusti Harman